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NO ME ARREPIENTO: SOBRE LOS «PENTIMENTI» EN MIS OBRAS

Muchas veces nos encontramos con obras clásicas que tienen una o varias obras pintadas debajo. Claro que esto no se suele descubrir a simple vista. Normalmente hace falta la colaboración de expertos y equipos especiales de escaneado. Estas obras o composiciones previas que no lograron ver la luz y que fueron cubiertas por una nueva obra son lo que en arte se denominan PENTIMENTI (o arrepentimientos).

Sin querer compararme con los grandes maestros, me consta que muchos artistas pintamos sobre bastidores previamente utilizados. En algunos casos habremos llegado a finalizar la obra pero no estamos contentos con el resultado, en otros casos, la obra se ha quedado a medias. Más que por economizar, que también, yo suelo reutilizar tablas por dos razones:

En primer lugar porque me pasa como con los libros. Si no me gusta lo que estoy leyendo, lo dejo. Si no me gusta lo que estoy pintando, lo dejo sin mirar atrás, porque sería inútil continuar. Necesito que mis cuadros lleven lo mejor de mí y si no consigo que transmitan lo que tienen que transmitir, vale más que no existan. Así que los dejo y cuando necesito otro soporte, los reutilizo.

En segundo lugar, y aquí viene lo más fascinante desde mi punto de vista, porque algunas de las mejores obras que he pintado han sido sobre bastidores previamente utilizados. Y por qué me sucede esto, me pregunto. Pues porque una de las características de la mayor parte de mis retratos es la textura de base, una textura que me gusta que se vea, que se note, incluso que se transparente en el resultado final.

Explorando esta característica me he dado cuenta de que los seres humanos también estamos formados por muchas capas de vida interior (genética, experiencias, sentimientos) y por una ligera capa superficial que es la que el mundo suele ver de nosotros. En un primer momento, desde la lejanía, solo percibimos de los demás lo que estos quieren que se vea de ellos. Pero si nos acercamos un poco, si mostramos interés, enseguida notamos algo de lo que hay detrás de la máscara, empezamos a percibir esas pequeñas grietas de la persona que dan acceso a una vida interior mucho más compleja. Y si seguimos acercándonos a las personas y mirando con mucha atención, pronto entendemos que su textura, lo que se ve tras la capa visible, es la que las hace únicas y especiales. Que lo otro no es más que el maquillaje.

Así que, cuando contemplo un cuadro, al igual que cuando contemplo a los seres humanos, ya no me limito a mirar lo que se ve, sino a intentar descubrir lo que el cuadro (o la persona) guarda en su interior. Y cuando pinto sobre un “pentimento” me pregunto si el espectador podrá atisbar bajo la superficie algo del oscuro pasado de su protagonista…

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