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Exposición de María del Roxo en la Galería Félix de Gijón * Del 31 de octubre al 6 de diciembre

Captar el parecido físico en una pintura es una cuestión de oficio que no tiene mayor relevancia. Dialogar con el personaje, entender sus emociones y reflejar su historia es lo que verdaderamente me mueve a la hora de pintar un retrato.

“Hay rostros bellos y vacíos, como máscaras, que carecen de alma, y otros repletos de belleza interior o de sufrimiento, de alegría, ira, vanidad o humildad. Son esos rostros que me hablan los únicos que me interesa pintar. Existe un enamoramiento súbito cuando los encuentro. Nada más ver a una persona ya sé si la quiero retratar, si existe algo detrás de la fachada que me interesa buscar. Luego viene la cuestión técnica, elegir el cómo, el formato, el medio, el color. El proceso de encaje y boceto lo realizo de forma mecánica, sin pararme a analizarlo en profundidad. Y a continuación empieza ese periodo tan excitante de confidencias, ese espacio de tiempo en el que ambos –pintora y modelo- nos miramos, nos estudiamos, nos medimos. Para entender todo lo que oculta el personaje, no tengo más opción que desnudar mi alma y entablar de tú a tú un diálogo honesto. No es ningún secreto que pinto muy rápidamente. El pincel fluye de forma automática cuando sabe lo que quiere contar. En la gran mayoría de ocasiones, el personaje se abre y me deja leerlo. El retrato se completa en cuestión de pocas horas. En raras ocasiones, alguno se me cierra en banda. Busco, miro la manera de comunicarme, me frustro cuando no consigo hallar su secreto. Respeto su necesidad de privacidad y le doy su tiempo, a veces días, a veces años. Cuando finalmente logramos establecer esa conexión, el pincel fluye de nuevo a un ritmo vertiginoso. Siempre es el retratado el que decide cuándo me ha contado ya suficiente y en qué punto lo quiere dejar y poner fin a nuestra conversación. En ese momento el cuadro está terminado. Desde el punto de vista artístico me considero una monógama sucesiva. Me obsesiono con un rostro hasta que lo termino. Luego ya pasa a formar parte de mi paisaje o del de alguien que sepa encontrar esa conexión. Como artista admiro a los compañeros que planifican y eligen lo que quieren crear. Yo no decido nada, simplemente escucho y me dejo llevar”.

 

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