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Frans Hals – Exposición The Male Portrait (El Retrato Masculino) en The Wallace Collection (Londres)

Durante los años que viví en Países Bajos tuve la oportunidad de conocer más de cerca la pintura holandesa del XVII, por la que siempre he sentido fascinación. Entre mis pintores favoritos, cómo no, un retratista de primer orden (para mí, el mejor entre sus pares), que fue capaz como nadie de su época de representar con genial soltura la realidad de los años que le tocó vivir.

Frans Hals (1582-1666) fue un gran genio no exento (como la mayor parte de los genios) de un carácter caprichoso que oscilaba entre el letargo y la violencia en base a su humor y a la bebida que consumía en abundancia. Con treinta años fue acusado de matar a golpes a su esposa, bajo los efectos de la embriaguez, lo que no impidió que se volviera a casar y tuviera ocho hijos. Tampoco su condena fue óbice para convertirse en uno de los pintores más populares de su tiempo. Su habilidad como pintor era incomparable y lograba captar con increíble fidelidad los rasgos de cada personaje, dotándolo de una individualidad única dentro del grupo.

En las primeras décadas del siglo XVII, Amsterdam era la capital financiera del mundo y Haarlem, donde el pintor vivió y trabajó, uno de sus satélites económicos. Se especulaba con grano, con metales preciosos, moneda, esclavos, especias y mercancías de todo tipo. Estaba naciendo una poderosa burguesía que anteponía las riquezas a los valores tradicionales y religiosos. En este contexto, Hals, mezclado como uno más en los fastuosos convites que duraban días, retrató en varias ocasiones a los poderosos miembros de las Compañías de la Guardia Cívica.  Sus retratos no rehuían los rostros colorados, los ojos brillantes a consecuencia de las borracheras y las posturas arriesgadas donde los caballeros reflejan su gusto por el riesgo, pero también su confianza y vanidad.

Esa espontaneidad en su pintura, que tanto gustaba a la primera generación, pronto pasó de moda y los encargos comenzaron a espaciarse hacia 1640. Aun así, y de forma sorprendente, Hals rechaza caprichosamente comisiones y solo accede ocasionalmente a pintarlos cuando un rostro le interesa. Así las cosas, no resulta sorprendente que una deuda de 200 florines con un comerciante le deje literalmente en la calle, con todas sus obras embargadas, y teniendo que vivir en sus últimos años en una institución social. Allí, rondando ya los ochenta, pinta todavía dos de sus mejores obras, que muestran a los benefactores (hombres y mujeres por separado) del asilo en el que se encuentra.

Tras su muerte, sus pinceladas aplicadas casi como estocadas por su rapidez y precisión, fueron consideradas como groseras y descuidadas. Como artista adelantado a su tiempo volvió a la fama de mano de los impresionistas, que lo tuvieron en gran consideración por ese estilo tan individual y aparentemente sencillo con el que resuelve magistralmente los rostros. De hecho, Manet, Courbet, Sargent (que hizo varios viajes para copiar su obra) y Van Gogh fueron grandes admiradores suyos. Este último lo consideraba uno de los mayores estudiosos del color explicando que debía haber utilizado al menos 27 clases de negro, un negro que en su obra nunca tiene una calidad funesta sino elegante y desafiante.

La Wallace Collection de Londres alberga hasta el 30 de enero de 2022 la muestra de Frans Hals “The Male Portrait” que contiene una buena selección de sus mejores retratos masculinos venidos de museos de Europa y Estados Unidos. Una buena oportunidad para conocer de cerca la obra de este grande entre los grandes.

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