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¿Quién conoce a Niko Pirosmani?

Niko vivió en el barrio lumpen de los pobres de Tiflis (Georgia). Nunca tuvo nada. Él mismo se fabricaba los pinceles. En sus cuadros predomina el negro; era el color del que más a menudo disponía, porque la pintura se la daban los fabricantes de ataúdes. Recogía viejos rótulos de hojalata para tener sobre qué pintar.

Niko pintaba en las tabernas en la atmósfera cargada de los tugurios de Najalovka. A veces los que lo veían pintar le pagaban una copa de vino.

 

 

Las cenas son el tema principal de sus cuadros. Niko pintaba cenas como el Veronese. Solo que las de Niko son georgianas y laicas. Sobre el fondo del paisaje de Georgia destaca una mesa abundante y a su alrededor georgianos comiendo y bebiendo. La mesa aparece en el primer plano. Es lo más importante. A Niko le fascina la gastronomía. Niko mostrará todo lo que le gustaría comer y que no comerá ni hoy, ni mañana, ni nunca tal vez. Mesas repletas de comida. Corderos asados. Cochinillos cebados. Vino negro y espeso. Sandías jugosas. Granadas aromáticas. Hay en estas pinturas una especie de masoquismo, aun cuando su arte resulte risueño, incluso divertido.

 

 

La pintura no le trajo suerte. Tenía una novia que se llamaba Margarita. Niko la quería y le pintó un retrato. El rostro de la muchacha está hecho en la convención de los grandes naïfs, donde todo aparece demasiado grande y fuera de toda norma. Boca enorme, ojos saltones, orejas inmensas. Niko regaló aquel retrato a Margarita. Indignada, la muchacha estalló en improperios. Lo abandonó furiosa y llena de odio. El talento de Niko lo condenó a la soledad.

Desde entonces vivió solo y abandonado.

Tenía cincuenta y cuatro años cuando murió.

 

Texto completo extraído del libro “El Imperio” de Ryszard Kapuscinski.

 

Margarita, la despechada novia

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