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Pintar el pasado con una técnica contemporánea * El retrato familiar

Don Manuel Fernández Sal de Rellán fue un hombre muy singular, de buen corazón y aristocráticos modales. Su vida dio mucho de sí, aunque muriera joven. Le dio para irse a Cuba en busca de fortuna, vivir durante un tiempo del dinero que le mandaban sus padres, y regresar con una mano delante y otra detrás. Le dio también para dilapidar sus bienes, jugárselos a las cartas y casi siempre perderlos. Le dio para algunos disgustos y para muchas juergas. Le dio para casarse con una mujer tímida y encantadora, María Estrella, que solo amenazó con hacerse el petate e irse con la música a otra parte cuando su marido estuvo a punto de jugarse las pocas propiedades que le quedaban. Le dio para engendrar una única hija, Carmen, la niña de sus ojos, que años más tarde se convertiría en mi abuela.

 

En esta obra, sacada de una foto que ronda el siglo de vida, don Manuel estaba ya mayor y enfermo. Apoya su mano, protector, en el hombre de su hija, lozana y centro de atención, mientras que mi bisabuela, mirada baja y manos firmemente cerradas, ocupa un segundo plano como si no quisiera molestar. Mi bisabuela (Memé para nosotros) era casi transparente los últimos años de su vida. Pasar desapercibida parecía su única obsesión. Pequeñita, de voz suave, siempre con su labor entre las manos, se sentaba ceremoniosa en la salita a la hora del parte, bien repeinada y perfumada, y saludaba al presentador con una buenas tardes porque creía que él también podía verla. A sus bisnietos nos daba una propina cada vez que nos asomábamos por la habitación en la que pasaba sus últimos días, casi siempre acostada. Murió como un pajarín, silenciosa y sin hacer un ruido. Incorporada sobre los almohadones mientras esperaba el café de la mañana…

 

Para los que no me conocéis, contaros que el apellido artístico que utilizo, DEL ROXO, es en realidad un pseudónimo, el apodo con el que se conoce nuestra casa familiar en Villaoril, Ibias (Asturias). También deciros que ROXO en la lengua local nada tiene que ver con el término «rojo», sino con «rubio», característica al parecer del antepasado que fundó la casa y del que debo llevar más bien pocos genes.

 

A continuación os dejo algunos pasos del proceso creativo. Si tenéis alguna consulta sobre la técnica o queréis hacer algún comentario al respecto, podéis hacerlo más abajo, en la sección «Comentarios».

Este es el paso previo al final. Una vez pintado con más o menos detalle todo y perfilados los rostros, podríamos decir que está terminado, salvo que te apetezca hacer una ``locura`` como la que hice yo y que podéis ver más arriba. La locura consiste en mezclar un poco de óleo de color (en este caso, rosa, amarillo claro y fucsia) con ``medium`` para óleo y aplicar la mezcla arrastrándola con una especie de gran espátula para que se corran los colores y le proporcione a la obra un aspecto envejecido y original. Es un poco arriesgado, claro, porque si no te gusta hay que empezar casi de cero, pero qué es la vida sin riesgo 🙂

Imagen 1_  Este sería el aspecto durante la segunda sesión de pintura.

Imagen 2_  Una vez esbozadas las figuras y tras una sesión pintando con óleo (blanco, negro y dos tonos de gris), arrastré lo hecho con una espátula para seguir trabajando el cuadro posteriormente.

Imagen 3_  El primer paso fue el esbozo de las figuras. Para encajarlas me ayudé de una sencilla cuadrícula a lápiz. En realidad no es 100% necesaria, pero nos ayuda a encajar las figuras a la primera sin necesidad de posteriores rectificaciones. Como veis, me apetecía en esta ocasión utilizar una escala de grises sin meter ninguna tonalidad de color, salvo para el paso final.

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