Puede que alguno se pregunte por qué he empezado a pintar paisaje, yo que nunca he sido paisajista. Yo también me lo he preguntado y he tardado en hallar la respuesta. Pero la respuesta estaba ahí y era clara. No intento pintar el paisaje, sino el ALMA del paisaje, lo que me transmite, mi propia sensación del paisaje. Y para ello parto de una base naturalista y lo interpreto a mi manera, buscando el dominio del color y las formas geométricas que plasmen lo que el paisaje me sugiere.

En este caso me remonto a octubre del año pasado, cuando regresábamos a Madrid después de una de las últimas rutas por Guadalajara, por una carretera secundaria que pasaba por Jadraque. Desde el entorno del castillo se divisaba a lo lejos el azul de la serranía. Los campos, oro y sangre bajo el sol de la tarde, contrastaban con la promesa de placidez de la Sierra del Alto Rey. Supe en ese instante que algún día pintaría este cuadro. Y ese día simplemente llegó.