Gloria
Yoli y yo somos amigas desde que teníamos seis años. Ella es la protagonista de una de mis primeras memorias de infancia. Estamos sentadas seis niñas alrededor de una mesa en la clase de párvulos, esperando turno para leer la cartilla ante la profesora. Mientras tanto, Yoli, que tiene muy claro que de mayor va a ser periodista, nos lee ya con soltura a las demás los cuentos del Pájaro Verde.
Muchos años más tarde, mientras trabajo de guía intérprete para el tren turístico «El Transcantábrico», Yoli y su madre aparecen en la estación de Viveiro, donde veranean, para saludarme cada vez que el tren se detiene en este punto del recorrido.
La madre de Yoli se va marchitando con el paso del tiempo, pero todavía hace dos semanas, cuando nos encontramos en el Fontán aprovechando los escasos rayos de sol de este verano, sonríe cuando le dicen que soy aquella chica del Transcantábrico. Y en sus ojos verdes se aprecia un atisbo del recuerdo de aquellos veranos felices…