El paraíso era verde. Un paisaje contemporáneo asturiano vibrante y energizante.
Una de las frases favoritas de mi abuela, cuando en otoño o primavera contemplaba los montes de Ibias, era aquella de «si yo supiera pintar«… Cuando yo empecé a pintar lo hice precisamente con paisajes (y bodegones), y fue tal la saturación del tema que durante décadas no volví a pintar un solo paisaje.
Pero sucede, en ocasiones, que una imagen es tan potente (la foto original es del gran fotoperiodista Miki López), que te obliga a reconsiderar tu postura. Y eso fue lo que me pasó con este Paisaje asturiano con cerezos en flor, que ya reflejé en una versión previa que ha encontrado su hogar en Madrid.
Quizás sean los verdes tan saturados de amarillo, quizás la composición a base de diagonales, quizás simplemente todo, las vibraciones y la energía que se desprenden de todo él. El caso es que aquí está de nuevo, en su versión 2.0, y que mientras halla su lugar en el mundo hará que mis lunes sean menos lunes en el estudio.