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La Avaricia * Colección Los Siete Pecados Capitales

Ref: 6120

Título/Title: La Avaricia

Colección/Collection : Los Siete Pecados Capitales

Técnica/Technique: Acrílico sobre lienzo en bastidor

Tamaño/Size: 55cm de alto x 46cm de ancho 

Año/Year: 2020

Precio/Price: 4.500 Euros (Colección completa, siete unidades)

Disponible/Available: SÍ 

Otros: El precio incluye marco. Coste del envío no incluido. Consultar 

 

Vamos con el tercer pecado que surge del deseo de posesión, en este caso de bienes y de riquezas. Un vicio que es la raíz de todos los males (Evegrio dixit) y cuyo deseo jamás se sacia. La avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular, pero existen muchos otros pecados cuyas raíces están ancladas en la avaricia, incluidos la deslealtad, la traición, el soborno, o aquellos que tienen por fin la búsqueda y acumulación de objetos, como el robo, el asalto, el engaño o la manipulación en beneficio propio.

La avaricia resulta muy difícil de reconocer en uno mismo, pero todos sabemos identificar fácilmente a los individuos que la practican, y también todos, en mayor o menor medida, y digamos lo que digamos, somos avariciosos. Una característica de ella es que afecta por desigual al rico y al pobre. Este último es más generoso y comparte lo poco que tiene, mientras que al rico nunca le parece suficiente todo lo que acumula. Curiosamente, sin embargo, basta que el pobre sea capaz de salir de la miseria, para que inmediatamente se pase al lado oscuro y empiece a considerar que lo suyo es suyo y que nunca tiene bastante. Paradojas del ser humano, de la izquierda y la derecha, de la juventud y la madurez.

Vamos con «mi» avaricia, o mejor dicho, con la representación que de ella he hecho. Un rostro mirando de frente, como quien no tiene nada que ocultar. Es un rostro de proporciones armónicas, en el que lo único que destaca en cuanto a rasgos es su boca pequeña y sensual, ligeramente contraída en un gesto de quien todavía no está conforme por algo. Ella no es consciente de su propio pecado. Por ello, la mitad derecha de su cara (izquierda según miramos), conserva el color habitual de su tez, mientras que la parte izquierda ya se ha ido deformando por la avaricia. Esa raíz de la que nos hablaba Evegrio se ha ramificado por su rostro y empieza a deformar para siempre su personalidad.

Para conseguir el efecto de deformación he utilizado papel de seda convenientemente arrugado para que formara esas estrías que recorren el rostro verticalmente.  El gran pendiente de oro que se descuelga de su lóbulo derecho me ha servido para balancear la imagen y para hacerle un homenaje encubierto a Klimt, uno de los artistas que más utilizó el oro en sus pinturas y mosaicos.

La elección de colores supongo que es evidente en cuanto al oro, símbolo del dinero, del lujo, pero también de lo presuntuoso. Lo que quizás no quede tan claro es la elección de este verde botella, tan oscuro para el fondo. Tiene su explicación, y la buscamos en las palabras de Eva Heller, que lo define como el verde horripilante, y no porque sea un color feo por sí mismo, sino porque lo asociamos con algo inhumano como un dragón, un demonio o un monstruo. El verde junto con el negro, no lo olvidemos, forma el acorde de la destrucción y del sufrimiento. Y el avaricioso sufre por lo que deja de tener y sufre, en su caso, por lo que puede perder.